junio 14, 2025

Agujeros en el fondo

Escribe Nahuel García Rocha

Hay silencios que pesan más que las palabras, y hay fondos que, lejos de ser poéticos, huelen a cloaca. El Fondo Social de Vivienda para Obreros de la Construcción (FOSVOC), que debería haber servido para levantar paredes dignas, ha sido convertido en una alcancía ilegítima, en un ardid contable de proporciones vergonzosas. No lo digo yo: lo dicen las condenas. No lo sospecho: lo afirma la Justicia. No lo denuncio: lo confieso con dolor.

Es sabido que en los márgenes del poder sindical, cuando la estructura se confunde con el dogma, se empieza a administrar con criterios de fe y no de derecho. En nombre de la justicia social, algunos terminan administrando fondos como si fueran cenáculos personales. Hoy, ya no se trata de meras especulaciones o campañas difamatorias: tres exdirigentes del SUNCA fueron condenados por delitos de apropiación indebida, estafa, asociación para delinquir y lavado de activos. Fueron ellos quienes realizaron, entre otras maniobras, 193 transferencias bancarias irregulares, en una operación que podría haberse escrito con el pulso narrativo de una novela negra.

Imagino —con una mezcla de estupor y rabia— a los obreros que ponen cada día su cuerpo en el andamio, esperando una vivienda, un préstamo, una promesa cumplida. Imagino al joven que adhiere al sindicato creyendo que milita en una causa de equidad, sin saber que, en la cúspide de esa estructura, se esconde un engranaje aceitado para mover dinero hacia destinos aún investigados, pero ya impúdicamente desviados.

Lo que comenzó como un fondo solidario terminó en un lodazal administrativo. La cámara empresarial del sector y el propio SUNCA hizo la denuncia. Un gesto que, por cierto, los honra. Pero el gesto no borra la historia: si se llegó a este punto es porque durante años se operó con un grado de autonomía económica, ideológica y política que raya en la impunidad. Y lo más grave: los implicados señalaron a referentes del Partido Comunista del Uruguay como quienes habrían dado “órdenes” o establecido la cadena de mando.

No hago acusaciones: describo hechos públicos. No dictamino culpabilidades: cito a los condenados. No redacto ficciones: resumo la prosa judicial.

El fiscal Gilberto Rodríguez fue enfático al señalar que hay elementos “sólidos” que indican que parte de esos recursos terminaron financiando al PCU. Lo repito: el fiscal lo afirmó, no yo. Tampoco soy quien lo imagina, es la investigación la que avanza y la que deberá dirimir —con el rigor que exige la democracia— si estos desvíos son la punta de un iceberg ideológico-financiero.

Recuerdo aquí a dos hombres que entregaron su vida al comunismo con una honestidad que hoy parece extinta en ciertos rincones de la militancia sindical. Antonio Gramsci, encarcelado por el fascismo italiano, escribió: “Decir la verdad, llegar juntos a la verdad, es una acción comunista y revolucionaria”. Y Julián Grimau, antes de ser fusilado por el franquismo, dejó escrito en una de sus últimas cartas: “No quiero que el comunismo se defienda con mentiras ni que el Partido justifique lo injustificable por disciplina. Si alguna vez fuimos capaces de resistir la miseria y la represión, fue porque teníamos razón, no porque sabíamos ocultar nuestras faltas”. Estas palabras no son gestos poéticos: son mandatos éticos. Cuando un sindicato utiliza los recursos de los obreros para fines partidarios ocultos, no sólo se burla de la justicia social; también traiciona el alma misma de su ideología. Lo que se ha revelado en el SUNCA no puede ser defendido desde la izquierda sin deformar su raíz: no hay revolución posible si se construye sobre la mentira.

Y es precisamente desde el Partido Nacional, donde muchos —yo entre ellos— hemos sostenido la importancia de los sindicatos como actores del tejido democrático, que debemos marcar una línea clara: no se puede aceptar que organizaciones de trabajadores sean usadas como plataformas financieras de partidos políticos. No se puede aceptar que los aportes de obreros honestos se conviertan en moneda de cambio de militancias partidarias.

El SUNCA no es, ni debe ser, el brazo financiero del Partido Comunista. El FOSVOC no puede ser el monedero de ningún aparato ideológico. El que pretenda reducir este escándalo a un “ataque de la derecha” subestima no solo a la Justicia, sino a los miles de trabajadores que fueron traicionados.

Se puede militar, claro. Se puede creer en Marx, en Lenin o en quien se quiera. Pero no se puede robar en nombre de las ideas. La moral no es patrimonio de un color, ni la ética de una causa.

Hoy, como uruguayo, como dirigente nacionalista, y como hombre que aún cree que la política debe estar al servicio del bien común, expreso mi más firme repudio a esta trama oscura que, desde los ladrillos y el cemento de las viviendas populares, ha edificado una vergüenza.

Espero, sinceramente, que esta causa llegue hasta el fondo. Y que el fondo, esta vez, no tenga más agujeros.

Referencias:

Gramsci, A. (2000). Cuadernos de la cárcel (Vol. 2, C. Nelson & R. Mondolfo, Eds.). Buenos Aires: Nueva Visión.

Grimau, J. (1971). Cartas desde la cárcel. París: Ediciones Ruedo Ibérico.