diciembre 27, 2024

 ¿Qué hacer por la Cultura de Rocha?

Escribe Darío Amaral

“Izquierda sin cultura no es izquierda” (Mariano Arana)

La cultura es un instrumento vivo que sirve de base para la reconfiguración del tejido social sólido y potente, para la consolidación de un capital social, económico, cultural y simbólico robustecido y necesario para impulsar el desarrollo de cualquier comunidad.

En este sentido, puntualizamos que en toda acción cultural se encuentra implícita una cierta concepción del proceso de comunicación, difusión, alcance e incidencia que informa y orienta la práctica del gestor de cultura. Por lo que se deduce que ninguna idea de política cultural eficiente puede prescindir de un determinado modelo de descentralización y distribución equitativa e igualitaria de bienes y servicios culturales. Nada en el quehacer cultural resulta ajeno al proceso comunicativo-distributivo, ya sea porque lo que se gestiona es un proceso instrumental de circulación de bienes y contenidos simbólicos, (que transitan, se comparten entre grupos de productores y receptores, implicando una determinada logística transaccional); o bien, porque los bienes simbólicos, por el sencillo hecho de serlos, detonan o tienen su origen en procesos de naturaleza comunicativa. De esta forma, la tarea fundamental del agente cultural, (o director de cultura), es, por ende, extender y vehicular las manifestaciones culturales, propiciando el acceso de las masas a los bienes culturales producidos por un tipo particular de productor (individuos, comunidades, colectivos, instituciones, etc) que, a través de distintos procesos de legitimación simbólica, son creados desde las parcelas canónicas validadas por uno o más segmentos hegemónicos. En definitiva, aludimos a una perspectiva de la producción sociosimbólica conjunta y en una perspectiva participativo-transformadora. Esto supone tanto el ensanchamiento de la noción de cultura, como su descentramiento en relación con el mundo de la cultura erudita, especializada, y su reubicación en el ámbito de la vida cotidiana, así como su comprensión esencialmente en términos de apropiación. En consecuencia, la acción cultural y la acción comunicativa convergen en el trabajo de mediación cultural, esto es, en la labor de activación de competencias culturales, la creatividad, la apropiación, en la disolución de fronteras entre creadores/ emisores y consumidores/ receptores. Comunicar la cultura, desde esta perspectiva, consiste precisamente en detonar procesos encaminados a desafiar y subvertir esa ruptura históricamente instituida entre los ámbitos de la producción/ creación y el consumo/ recepción. Se trata, en suma, de potenciar no sólo el acceso, sino la participación efectiva de las mayorías en la cultura y de acrecentar el número de productores, más que de consumidores culturales, en un proceso de interacción social democrática basada en el intercambio, por el cual los seres humanos comparten voluntariamente experiencias bajo condiciones libres e igualitarias de acceso, diálogo y participación, y en donde, como bien afirma  Paulo Freire, “nadie educa a nadie sino que todos nos educamos en la comunicación”. Por lo tanto, al referirnos a una transformación social, lo hacemos tanto al nivel de sus contenidos como al nivel de sus estructuras organizativas, participativas y democráticas. Se trata, además, de una concepción de la comunicación que toma como base un posicionamiento ético de la identidad y de la afirmación de valores; tendiente a amplificar aquellas “voces” ocultas o negadas y buscando potenciar su presencia en la esfera pública.

Consideramos que es en el ámbito local en el que los gestores culturales podrán contribuir en mayor medida al desarrollo, con una mirada profesional y comprometida, entendida en los aspectos más amplios e inclusivos (económicos, sociales, culturales y políticos) pero centrados en su real destinatario: la comunidad de un lugar determinado, la población nominal de un país o una ciudad, aquellos que hacen, viven y gozan de la cultura. Debemos dejar de asignarle un papel instrumental a la cultura y atribuirle uno constitutivo, constructivo, creativo y descentralizador, ya que solamente así se podrá dar cuenta del desarrollo en términos humanos, es decir en la multidimensionalidad de la realización social.

Pensar la cultura desde una dimensión más allá de lo económico constituye para los países latinoamericanos entender su relación con lo social, con el aporte que ella representa a la solución de problemáticas relacionadas con poblaciones en contextos de vulnerabilidad. Necesitamos hoy de un programa que pueda contribuir para asentar la cultura en el centro del debate sobre el desarrollo, no solo por el papel creciente que la cultura ocupa como factor de ingresos para la economía, sino por su contribución a las estrategias de reducción de la pobreza, de favorecimiento a la creación endógena y de promoción de la diversidad.

Tejer implica reconocer que el mercado por si solo no regula, que la producción cultural es diferente de otros bienes y servicios de una comunidad por el sentido de su contenido en relación con la identidad, el patrimonio y la diversidad. Que el sector cultural y social tienen rentabilidades diferentes y que las localidades en un contexto globalizado requieren tomar decisiones culturales y económicas sobre la riqueza de su producción cultural y también, frente a las alternativas para su defensa y protección.

No existe una sola receta adecuada, sino algunas opciones estratégicas que requieren políticas públicas conjuntas, teniendo en cuenta las necesidades especiales de las comunidades en desarrollo y la identidad cultural de cada departamento de manera individual. Sobre esta premisa, los Centros MEC tienen, (tuvieron durante su existencia posteriormente interrumpida), como misión distribuir la cultura, la educación y la tecnología a todas las localidades del Uruguay, promoviendo la participación ciudadana y fortaleciendo las identidades locales. En el Departamento de Rocha, con su rica diversidad cultural, paisajes únicos y una población que combina tradiciones rurales, afros y costeras, los Centros MEC desempeñan un papel clave en el desarrollo social y cultural de cada comunidad.

Una gestión de cultura responsable e integradora buscaría, ante todo, consolidar los Centros MEC como motores de desarrollo cultural en Rocha, empoderando a las comunidades locales a través del acceso a la cultura, la tecnología y la educación. Este enfoque integrador, sin duda, fortalecería la identidad rochense, promoviendo la participación ciudadana y contribuyendo al bienestar general de sus ciudadanos.

En la primera década del siglo XXI, el gobierno frenteamplista impulsó diversas políticas de inclusión social, reconociendo que las brechas educativas, culturales y tecnológicas limitaban el desarrollo integral de la población en el interior del país y sus localidades adyacentes. Precisamente, los Centros MEC surgieron como una respuesta a estas desigualdades, buscando garantizar que todos los ciudadanos, independientemente de su lugar de residencia, tuvieran acceso a servicios y actividades que fortalecieran su desarrollo personal y comunitario. Su creación respondió esencialmente a la necesidad de reducir las desigualdades regionales y fomentar el desarrollo cultural y educativo en comunidades alejadas de los grandes centros urbanos. Al fortalecer la identidad local y fomentar la participación, los Centros MEC se posicionaron como verdaderos pilares del desarrollo cultural sostenible en nuestro departamento.

De lo anteriormente expresado podríamos establecer, sin demasiada dificultad, el lazo, conexión o relación existente entre la Cultura y los Centros MEC:

A)- Cultura como Derecho Humano: Los Centros MEC parten del principio de que la cultura es un derecho básico. Buscan garantizar que todas las personas, independientemente de su lugar de residencia, tengan acceso a expresiones artísticas, educación y tecnología.

B)-Diversidad y Patrimonio: Los MEC reconocen y celebran la diversidad cultural local, trabajando en la preservación y difusión del patrimonio tangible e intangible de las comunidades. En Rocha, esto incluye tradiciones gauchas, costumbres afrodescendientes y relatos orales de las comunidades.

C)-Participación Activa: La cultura en los Centros MEC no se concibe como algo pasivo, sino como un proceso activo que involucra a los ciudadanos en la creación, gestión y disfrute de las actividades culturales. Diagnóstico Participativo:

Realización de reuniones con actores locales (organizaciones sociales, escuelas, artistas, referentes culturales) para identificar intereses y necesidades.

Consejos Consultivos: Creación de consejos locales de cultura en cada localidad para garantizar la representación y voz de la comunidad en las decisiones del Centro MEC.

Voluntariado Cultural: Fomento del involucramiento de vecinos en las actividades como mediadores culturales, talleristas o guías.

Digitalización: Incorporación de herramientas digitales para el acceso a contenidos culturales y educativos (bibliotecas digitales, talleres en línea, cine comunitario).

Alfabetización Digital: Fortalecimiento de la formación en el uso de herramientas tecnológicas, especialmente para adultos mayores y sectores con menor acceso.

Producción Audiovisual Local: Capacitación de jóvenes y artistas en el uso de tecnologías para documentar y compartir historias locales.

 Formación y Capacitación:

Talleres de Gestión Cultural: Formación de gestores culturales locales que puedan asumir roles de liderazgo en las comunidades.

Capacitación en Patrimonio: Instrucción sobre la preservación y promoción del patrimonio cultural tangible e intangible.

Actualización Permanente: Facilitar el acceso a cursos y seminarios para los coordinadores y facilitadores de los Centros MEC.

Articulación Institucional: Trabajar junto a gobiernos locales, escuelas, bibliotecas, ONGs y otros actores para ampliar el impacto de las actividades.

Redes Regionales: Integración de Rocha en redes nacionales e internacionales de gestión cultural para el intercambio de buenas prácticas y recursos.

Patrocinios y Donaciones: Buscar financiamiento adicional mediante alianzas con empresas y fondos culturales nacionales e internacionales.

D)- Descentralización: Frente a las desigualdades de acceso a la cultura, los Centros MEC descentralizan las actividades culturales, llevándolas a localidades rurales y pequeñas del interior profundo que históricamente han estado excluidas de las grandes iniciativas culturales.

 Acceso Rural: Llevar actividades itinerantes a localidades alejadas o rurales que carecen de infraestructura cultural, mediante el uso de unidades móviles.

Inclusión Social: Diseño de programas para personas con discapacidad, adultos mayores, jóvenes en situación de vulnerabilidad y comunidades afrodescendientes.

Gratuidad: Garantizar que todas las actividades sean gratuitas o de bajo costo para promover la equidad. Etcétera.

En definitiva, la descentralización de la Cultura corrige desigualdades históricas en el acceso a actividades culturales, que suelen concentrarse en las grandes ciudades; promueve la inclusión social y la participación activa de comunidades marginadas; reconoce y valora las expresiones culturales locales como parte del patrimonio nacional; fortalece el sentido de pertenencia e identidad en comunidades pequeñas; impulsa la creatividad y el talento local; contribuye al desarrollo económico a través del turismo cultural y la generación de empleo en sectores creativos.

Nuestros Centros MEC fueron y volverán a ser ejemplos exitosos de cómo llevar la cultura a todos los rincones del Uruguay, demostrando, mediante su accionar transformador, que la cultura no debe ser un privilegio, sino un derecho accesible también para todos y cada uno de los rochenses.