El Loco de la Colina
ESCRIBE MAGELA ALTIER
En este año 2023 logré concretar junto a dos amigos, Rodrigo Tisnés y Alejandro Arrieta la idea de un espacio radial que sumara mi gusto por leer, escuchar música y ver películas. Se llama «Una canción y todo lo demás». Hicimos tres. Un homenaje a «Cien Años de Soledad», uno sobre «Milonga del Moro Judío» de Jorge Drexler y otro sobre «Yelow Submarine» de Los Beatles. El cuarto está dedicado a una película y una banda sonora emblemática, «Jesucristo Superstar». Pero bueno, el espacio radial se terminó por este año y el programa quedó pronto, sin estrenar. Y como la fecha es apropiada inicio mi participación en esta columna con la interpretación sobre el nacimiento real o mítico (según piensa cada uno/a) de Jesús.
Hay quienes consideran que hay un antes y un después de su nacimiento. Tengo claro que los calendarios son acuerdos, convenciones entre seres humanos para fragmentar el tiempo en segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, décadas, siglos y milenios. Y que el transcurrir y la visibilidad de algunos personajes en la historia depende mucho de quién hace o no hace el relato. Sin duda Jesús como figura histórica tuvo (más allá de sus méritos humanos o divinos la ventaja de tener detrás una institución como la Iglesia Católica. Atado al hecho de que la Humanidad siempre ha tenido la necesidad de encontrar personas, personajes que nos salven de nuestros propios errores y horrores. Y Jesús cumple con ese requisito. Nos cuesta reconocer que todo lo que sucede en este planeta es obra de nuestras buenas, malas o espantosas acciones. Y que resolverlas depende del compromiso individual y en especial de las acciones colectivas organizadas.
La relevancia que le damos a unas figuras históricas sobre otras está condicionada por el enfoque sobre determinados intereses. Y la historia que conocemos, la oficial, ha sido escrita, reproducida y transmitida por una visión dominante masculina, hegemónica, heterosexual y en este caso de ubicación occidental, eurocéntrica y del norte. Creo que Jesús fue uno de tantos y tantas que en su tiempo y lugar intentaron cambiar un orden de situaciones injustas. Y la maquinaria publicitaria de una institución poderosa le dio voz y relevancia histórica. Y con esto no quiero descalificar su aporte. Sus ideales de hermandad, justicia y atención de los más infelices y olvidados siguen vigentes. Y los Evangelios abundan en parábolas significativas y para la época revolucionarias, transgresoras diría del sentido común dominante en aquel momento. E integran el torrente de ideas que promueven una convivencia más humana y solidaria entre las personas. Su vida y su muerte tan injusta justifican el recuerdo. Sin olvidar que han habido muchísimas personas, hombres y mujeres, que han dado su vida por causas similares de forma heroica. Y que nadie lo supo o lo olvidamos.
Comparto con ustedes un poema que escribí que es la síntesis de varias lecturas a lo largo de mi vida. Y que una canción de Los Beatles, «El loco de la Colina» («The fool on the hill») fue el disparador. Ah, no se olviden de revisitar la película «Jesucristo Superstar». ¡Está muy buena y no envejeció demasiado!
El Loco de la Colina
«(…) nadie quiere escucharlo, parece que ni lo ven»
Paul Mc Cartney
No sé cómo te llamas.
Mucho es el tiempo que separa
tu vida y tu leyenda
de la intensa y breve y polvorienta
de miles de millones
que estuvieron antes
que vinieron después
con sus propias cadenas
de dolor y de miedo
con sus cruces y espinas
sus costados sangrando
sin redención ni gloria.
Anónimos, anónimas
nadie les rinde culto
nadie les lleva flores.
Pocas son las películas,
los libros, las canciones que recuerdan la heroica
silenciosa odisea
de sus vidas sin brillo,
sin resurrección
sin pesebres o estrellas
que indiquen el camino.
En tiempos de angustia
posmoderna y violenta con sus propias versiones
de mártires y esclavas
con su forma tan frívola de ignorar la miseria
y celebrar la vida con compras insensatas, poco alivio le acercas
al que pide monedas
de alimento y afecto.
En el Templo Mercado
hoy reinan sin que nadie
los saque de su trono,
los crueles mercaderes
que una vez expulsaste
con rabia y con razón.
Si fuera posible
-como quieren tus fieles-
que algún día volvieras,
no te reconocerían!
Hay tanto «chanta» vestido
de guía espiritual!
Tu mensaje de paz y solidaridad
con los más infelices
quedaría perdido
¡Burbuja individual de las redes!
Sería uno más
de los que recibimos
con ángeles gordos
campanillas doradas
y ofertas navideñas!
Como en la escena
de «El Gran Inquisidor»
de Dostowieski
si te reconocieran
te quemarían
te llevarían preso
por alterar el orden
como al loco molesto
que grita en la colina.
O quizás
lo más seguro, pienso,
es que te ignoren
como a tantos y tantas
que han luchado
y luchan aún
por un mundo de paz
más justo y más feliz.