diciembre 3, 2024

El Loco de la Colina

ESCRIBE MAGELA ALTIER

En este año 2023 logré concretar junto a dos amigos, Rodrigo Tisnés y Alejandro Arrieta la idea de un espacio radial que sumara mi gusto por leer, escuchar música y ver películas. Se llama «Una canción y todo lo demás». Hicimos tres. Un homenaje a «Cien Años de Soledad», uno sobre «Milonga del Moro Judío» de Jorge Drexler y otro sobre «Yelow Submarine» de Los Beatles. El cuarto está dedicado a una película y una banda sonora emblemática, «Jesucristo Superstar». Pero bueno, el espacio radial se terminó por este año y el programa quedó pronto, sin estrenar. Y como la fecha es apropiada inicio mi participación en esta columna con la interpretación sobre el nacimiento real o mítico (según piensa cada uno/a) de Jesús.

Hay quienes consideran que hay un antes y un después de su nacimiento. Tengo claro que los calendarios son acuerdos, convenciones entre seres humanos para fragmentar el tiempo en segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, décadas, siglos y milenios. Y que el transcurrir y la visibilidad de algunos personajes en la historia depende mucho de quién hace o no hace el relato. Sin duda Jesús como figura histórica tuvo (más allá de sus méritos humanos o divinos  la ventaja de tener detrás una institución como la Iglesia Católica. Atado al hecho de que la Humanidad siempre ha tenido la necesidad de encontrar personas, personajes que nos salven de nuestros propios errores y horrores. Y Jesús cumple con ese requisito. Nos cuesta reconocer que todo lo que sucede en este planeta es obra de nuestras buenas, malas o espantosas acciones. Y que resolverlas depende del compromiso individual y en especial de las acciones colectivas organizadas.

La relevancia que le damos a unas figuras históricas sobre otras está condicionada por el enfoque sobre determinados intereses. Y la historia que conocemos, la oficial, ha sido escrita, reproducida y transmitida por una visión dominante masculina, hegemónica, heterosexual y en este caso de ubicación occidental, eurocéntrica y del norte. Creo que Jesús fue uno de tantos y tantas que en su tiempo y lugar intentaron cambiar un orden de situaciones injustas. Y la maquinaria publicitaria de una institución poderosa le dio voz y relevancia histórica. Y con esto no quiero descalificar su aporte. Sus ideales de hermandad, justicia y atención de los más infelices y olvidados siguen vigentes. Y los Evangelios abundan en parábolas significativas y para la época revolucionarias, transgresoras diría del sentido común dominante en aquel momento. E integran el torrente de ideas que promueven una convivencia más humana y solidaria entre las personas. Su vida y su muerte tan injusta justifican el recuerdo. Sin olvidar que han habido muchísimas personas, hombres y mujeres, que han dado su vida por causas similares de forma heroica. Y que nadie lo supo o lo olvidamos.

Comparto con ustedes un poema que escribí que es la síntesis de varias lecturas a lo largo de mi vida. Y que una canción de Los Beatles, «El loco de la Colina» («The fool on the hill») fue el disparador. Ah, no se olviden de revisitar la película «Jesucristo Superstar». ¡Está muy buena y no envejeció demasiado!

El Loco de la Colina

«(…) nadie quiere escucharlo, parece que ni lo ven»

Paul Mc Cartney

No sé cómo te llamas.

Mucho es el tiempo que separa

tu vida y tu leyenda

de la intensa y breve y polvorienta

de miles de millones

que estuvieron antes

que vinieron después

con sus propias cadenas

de dolor y de miedo

con sus cruces y espinas

sus costados sangrando

sin redención ni gloria.

Anónimos, anónimas

nadie les rinde culto

nadie les lleva flores.

Pocas son las películas,

los libros, las canciones que recuerdan la heroica

silenciosa odisea

de sus vidas sin brillo,

sin resurrección

sin pesebres o estrellas

que indiquen el camino.

En tiempos de angustia 

posmoderna y violenta con sus propias versiones

de mártires y esclavas

con su forma tan frívola de ignorar la miseria

y celebrar la vida con compras insensatas, poco alivio le acercas

al que pide monedas

de alimento y afecto.                           

En el Templo Mercado

hoy reinan sin que nadie

los saque de su trono,

los crueles mercaderes 

que una vez expulsaste

con rabia y con razón.

Si fuera posible

-como quieren tus fieles-

que algún día volvieras,

no te reconocerían!

Hay tanto «chanta» vestido

de guía espiritual!

Tu mensaje de paz y solidaridad

con los más infelices

quedaría perdido

¡Burbuja individual de las redes!

Sería uno más

de los que recibimos

con ángeles gordos

campanillas doradas

y ofertas navideñas!

Como en la escena

de «El Gran Inquisidor»

de Dostowieski

si te reconocieran

te quemarían

te llevarían preso

por alterar el orden

como al loco molesto

que grita en la colina.

O quizás

lo más seguro, pienso,

es que te ignoren

como a tantos y tantas

que han luchado

y luchan aún

por un mundo de paz

más justo y más feliz.